Filosofía: Difference between revisions

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Debemos arar la totalidad del lenguaje.
Debemos arar la totalidad del lenguaje.


(La mayoría de los hombres, cuando tienen que poner una investigación filosófica en marcha, hacen como alguien que, tremendamente nervioso, busca un objeto en un arcón. Lanza papeles fuera del arcón --lo buscado podría estar entre ellos-, hojea presuroso y descuidadamente entre los restantes. Coloca de nuevo algunos en el arcón, los mezcla con los otros, etc. Se le puede decir entonces: «Alto; si buscas así, no puedo ayudarte a buscar. Primero tienes que empezar a comprobar con toda tranquilidad, metódicamente, uno por uno; entonces yo también estoy dispuesto a buscar contigo y a dejarme guiar por ti en el método».)<references />
(La mayoría de los hombres, cuando tienen que poner una investigación filosófica en marcha, hacen como alguien que, tremendamente nervioso, busca un objeto en un arcón. Lanza papeles fuera del arcón --lo buscado podría estar entre ellos-, hojea presuroso y descuidadamente entre los restantes. Coloca de nuevo algunos en el arcón, los mezcla con los otros, etc. Se le puede decir entonces: «Alto; si buscas así, no puedo ayudarte a buscar. Primero tienes que empezar a comprobar con toda tranquilidad, metódicamente, uno por uno; entonces yo también estoy dispuesto a buscar contigo y a dejarme guiar por ti en el método».)
 
'''93'''<ref>Una gran parte del contenido de este parágrafo fue compilado por Rush Rhees en Ludwig WITTGENSTEIN, ''Bemerkungen über Frazers «The Golden Bough»'' (''Synthese'', vol. 17, 1967).</ref>
 
<p style="text-align: center;">{{small caps|La mitología en las formas de nuestro lenguaje (Paul Ernst).}}<ref>Es posible que el título de este parágrafo evocara a Wittgenstein la introducción que el escritor alemán Paul Ernst (1866-1933) escribiera para una edición de los cuentos de los hermanos Grimm.</ref></p>
 
Nos encontramos en los antiguos ritos con el uso de un lenguaje gestual muy desarrollado.
 
Y cuando leo a Frazer, deseo decir a cada paso: todos estos procesos, estas transformaciones del significado, las tenemos todavía ante nosotros en nuestro lenguaje oral. Si a lo que se oculta en la última gavilla se le llama ''Kornwolf'',<ref>Vid. J. G. {{small caps|Frazer}}, ''La rama dorada''. México: Fondo de Cultura Económica, 1984, cap. XLVIII, 2, pp. 510-513.</ref> pero también a la gavilla misma y al hombre que las agavilla, entonces reconocemos aquí un fenómeno del lenguaje que nos es muy familiar.
 
El chivo expiatorio, al que se arrojan los pecados y que corre por el desierto llevándoselos consigo —una falsa imagen, parecida a aquella que causa los errores filosóficos.
 
Quisiera decir: nada muestra mejor nuestro parentesco con los salvajes que el que Frazer maneje palabras tan familiares para él y para nosotros como ''ghost'' o ''shade'' para describir las opiniones de estas gentes.
 
(Sin embargo, sería algo muy distinto que nos contara que los salvajes imaginan //imaginaban// que su cabeza cae cuando matan a golpes a un enemigo. Aquí nuestra descripción no contendría nada supersticioso o mágico.)
 
Sin duda esta singularidad no es privativa sólo de las expresiones ''ghost'' o ''shade''; y damos demasiado poca importancia al hecho de contar en nuestro propio vocabulario culto con palabras como «alma», espíritu (''spirit''). En contraste sólo hay una pequeñez: que nosotros no creemos que nuestra alma coma o beba.
 
Toda una mitología está depositada en nuestro lenguaje.
 
Expiación de la muerte o asesinato de la muerte; pero, por otro lado, se la representa como un esqueleto, y por ello está ella misma muerta en cierto sentido. ''As dead as death''. «¡Nada está tan muerto como la muerte! ¡Nada tan bello como la belleza misma!» La imagen bajo la que se piensa aquí la realidad es que la belleza, la muerte, etc., es la sustancia pura (concentrada), mientras que está presente como mezcla (componente) en un objeto hermoso. ¿Y no reconozco aquí mis propias consideraciones acerca del «objeto» y del «complejo»? (Platón).
 
Las formas primitivas de nuestro lenguaje: substantivo, adjetivo y verbo, muestran la imagen simple a cuya forma quiere el lenguaje reducirlo todo.
 
Mientras imaginemos el alma como una cosa o un cuerpo que está en nuestra cabeza, esta hipótesis no es peligrosa. El peligro no estriba en lo inacabado o lo rudo de nuestro modelo, sino en su falta de claridad (de transparencia).
 
El peligro comienza cuando notamos que el viejo modelo no es suficiente, pero no lo transformamos sino que lo sublimamos. Así, mientras diga que el pensamiento está en mi cabeza, todo está en orden. El peligro comienza cuando decimos que el pensamiento no está en mi cabeza, sino en mi espíritu. (''Philosophische Bemerkungen'', XIII, 230; ''Zettel'', 605.)
 
 
{{references}}