Ludwig Wittgenstein
Observaciones sobre “La rama dorada” de Frazer
Traducido por Alberto Buscató
Revisado por Santiago María Olabarri Oriol
Traducción realizada en base a las siguientes versiones de las «Observaciones sobre La rama dorada de Frazer» y de «La rama dorada» de Frazer. Se han incorporado en las citas los fragmentos de este libro recogidos por Miles/Rhees (y no por el propio Wittgenstein), a los que se hace referencia en ciertas ocasiones.
- Frazer, J. G. (1923). The golden bough: a study in magic and religion. London: Macmillan and Co.
- Frazer, J. G. (1981). La rama dorada: magia y religión. (E. I. Campuzano, Trad.) España: Fondo de Cultura de México.
- Wittgenstein, L. (2018). Remarks on Frazer's The Golden Bought. En S. Palmié, The mythology in our language (S. Palmié, Trad., pp. 29–76). Chicago: The University of Chicago Press.
- Wittgenstein, L., & Rhees, R. (1967). Bemerkungen über Frazers "The Golden Bough". Synthese, Springer, 17(3), 233-253.
Por lo demás, valga mencionar que se ha intentado realizar una traducción lo más literal posible a nivel gramatical, para conservar el estilo del autor, así como las vaguedades y particularidades propias tanto de este como de un texto de carácter fragmentario.
El texto original está en el dominio público en su país de origen y en otros países y zonas donde el plazo de los derechos de autor es la vida del autor más 70 años o menos. Esta traducción se publica bajo los términos de la licencia Creative Commons Atribución-Compartir Igual.
Ludwig Wittgenstein
Observaciones sobre La rama dorada de Frazer
[Observaciones preliminares escritas en la sección sobre Frazer de su libro manuscrito, pero no conectados con este y marcados posteriormente por Wittgenstein con una /S/ de schlecht, es decir, «malo» (cf. Rhees, 1967: 233)]
Ahora creo que sería adecuado comenzar mi libro con observaciones sobre la metafísica como un tipo de magia.
Aunque en estas no debería ni darle alas a la magia ni ridiculizarla.
Se debería mantener la profundidad en la magia.
Sí, la desaparición de la magia tiene aquí el carácter de la propia magia.
Pues cuando un día empecé a hablar del «mundo» (y no de este árbol o esta mesa), qué pretendía si no conjurar algo superior en mis palabras.
I
Se debe comenzar por el error y [después] llevar la verdad hasta él.
Es decir, se debe desvelar la fuente del error, de otra manera no nos sirve de nada escuchar la verdad. Ella no puede introducirse cuando alguna otra cosa ocupa su lugar.
Para convencer a uno de la verdad no es suficiente constatar la verdad, sino que se debe encontrar el camino desde el error hasta la verdad.
Debo sumergirme una y otra vez en las aguas de la duda.
La exposición de Frazer sobre las concepciones [Anschauungen] mágicas y religiosas del ser humano es insatisfactoria: hace que dichas concepciones aparezcan como errores.
Así, ¿estaba también San Agustín equivocado al invocar a Dios en cada página de las Confesiones?
Pero, se podría decir, si no estaba equivocado, tampoco lo estaba el santo budista, o cualquiera que fuera, cuya religión manifiesta una concepción completamente distinta. Pero ninguno de ellos estaba equivocado, excepto al establecer una teoría.
Ya me parece errada la idea de querer explicar la costumbre [Gebrauch] (por ejemplo, el asesinato del rey-sacerdote). Todo lo que Frazer hace es hacerla [esta idea] plausible a personas que piensan de manera muy similar a él. Es muy llamativo que todas estas costumbres, al final, sean presentadas como, por así decirlo, estupideces.
Sin embargo, nunca será plausible que las personas hagan todo eso por mera estupidez.
Cuando nos aclara, por ejemplo, que el rey debiera ser asesinado en su propia sangre, porque si no, según las concepciones de los salvajes, su alma no se mantendría fresca, entonces uno solo puede decir: donde se encuentran aquella costumbre y esta creencia, ahí no surge la costumbre de la creencia, sino que sencillamente se dan ambas allí.
Puede ser, y esto ocurre hoy a menudo, que una persona abandone una costumbre después de haber reconocido un error sobre el que esta costumbre se sostiene. Pero este caso existe solamente allí donde basta hacer consciente a las personas de sus errores para disuadirlos de sus comportamientos [Handlungsweise]. Pero ese no es en absoluto el caso de las costumbres religiosas de un pueblo y por eso no se trata precisamente de un error.[1]
Frazer dice que es muy difícil desvelar el error en la magia (y por eso se mantendría esta tanto tiempo) ya que, por ejemplo, un conjuro que debe traer la lluvia, con toda seguridad, se realiza de manera efectiva más tarde o más temprano.[2] Pero entonces es llamativo que las personas no se dieran cuenta antes de que de todas formas acaba lloviendo más tarde o más temprano.
Yo creo que el intento de [dar] una explicación ya es en sí mismo erróneo, porque uno solo debe compilar correctamente lo que uno sabe, y no añadir nada; y [así] la satisfacción que se pretendía con la explicación, surge de sí misma.
Y la explicación no es aquí, en absoluto, lo que satisface. Cuando Frazer empieza y nos cuenta la historia del rey del bosque de Nemi, lo hace en un tono que muestra que aquí ocurre algo llamativo y terrible. Pero la pregunta «¿por qué ocurre esto?» es en verdad contestada de la siguiente manera: porque es terrible. Esto significa que, lo que en este proceso nos aparece como terrible, magnífico, macabro, trágico… no [aparece] menos como trivial e insignificante, eso ha creado dicho proceso.
Aquí uno solo puede describir y decir: así es la vida humana.
La explicación, en comparación con la impresión a la que da lugar lo descrito, es muy insegura.
Cada explicación es una hipótesis.
Pero a quien, por ejemplo, esté preocupado por el amor, una explicación hipotética le ayudará poco. Esta no le consolará.
La aglomeración de los pensamientos, que no salen a la luz porque quieren avanzar a la vez, atrancándose así en la salida.
Cuando uno sitúa junto a esa narración del rey-sacerdote de Nemi la palabra «la majestad de la muerte»[3], puede ver que ambas son uno.
La vida del rey-sacerdote representa lo que con dicha palabra se quiere decir.
Quien es captado por la [expresión] majestad de la muerte, puede manifestar esto mediante una vida tal. Esto no es, obviamente, ninguna explicación, solo establece un símbolo para [designar] otro. O una ceremonia para otra.
En la base de un símbolo religioso no yace ninguna opinión.
Y solo el error corresponde a la opinión.
Uno querría decir: este y este proceso han tenido lugar; ríete [lach’] si puedes.
- ↑ Miles/Rhees citan aquí La rama dorada, página 312 en la versión en español [264 en la inglesa]: «pero la reflexión y la investigación debería satisfacernos con la idea de que estamos en deuda con nuestros predecesores por todo lo que pensamos y que sus errores no son extravagancias intencionadas o delirios de grandeza, sino simples hipótesis, justificables como tal al tiempo que fueron propuestas, pero que una experiencia más completa ha probado inadecuada. Solo mediante el examen recurrente de las hipótesis y el rechazo de la falsedad se puede dilucidar la verdad. Al fin y al cabo, lo que llamamos verdad solo es la hipótesis que ha resultado funcionar mejor. Por lo tanto, al revisar las opiniones y prácticas de las épocas y razas más rudimentarias deberíamos mirar con indulgencia sus errores como patinazos inevitables cometidos en la búsqueda de la verdad, y darles el beneficio de esa indulgencia que nosotros mismos quizás algún día necesitemos: “así, los ancianos deben ser escuchados con indulgencia” [en latín en el original: cum excusatione itaque veteres audiendi sunt]».
- ↑ Miles/Rhees citan aquí La rama dorada, página 86 en la versión en español [59 en la inglesa]: «Una ceremonia orientada a hacer que el viento silbe o que la lluvia caiga, o que provoque la muerte de un enemigo, siempre será seguida, más tarde o más temprano, por el suceso que debería de provocar; y un hombre primitivo debería ser excusado por tomar el suceso como un resultado directo de la ceremonia, y la mejor prueba posible de su eficacia».
- ↑ Misma estructura literal en alemán («palabra» en singular para referirse a una expresión compuesta).